miércoles, 26 de agosto de 2009

El acto de escribir

El acto de escribir
Roberto Tribastone

“...Hay mucha gente, pocas ideas
¿cómo haremos para diferenciarnos unos de otros?...”
(M. Kundera, La inmortalidad.) 1

Una posición incómoda

Acuerdo con Milan Kundera, hay pocas ideas. Se habla mucho, pero se dice poco. Es muy difícil decir algo original, novedoso, que sorprenda. Aún así hablamos, escribimos, y de vez en cuando se nos escapa alguna idea. Si a partir de este escrito, si al menos pude expresar una idea, estaré conforme. Si no es así, bueno, es lo que suele pasar.Voy a comenzar con una serie de citas de Lacan, que no son nada novedosas.
“El analista haría mejor ubicarse por su carencia en ser que por su ser... Analista, su temor no es el error, sino de la ignorancia, su gusto no es satisfacer sino decepcionar, su necesidad no es gobernar, sino estar por encima...[1]
El analista es ese hombre al que se le habla libremente. Está ahí para eso.” [2]
“En el depósito de fondos de la empresa común, el paciente no es el único que con sus dificultades pone la cuota. El analista también debe pagar:
-con palabras, ....si se elevan a un efecto de interpretación.
-con su persona. Diga lo que diga, la presta como soporte a los fenómenos singulares que el análisis ha descubierto en la transferencia.” [3]
“En el manejo de la transferencia, la libertad del analista queda enajenada por el desdoblamiento que sufre su persona. Es allí donde hay que buscar el secreto de un análisis.” [4]
“...Se trata de captar el deseo, y sólo se lo puede captar a la letra... [5]
“El sentido último de la palabra del sujeto frente al analista, es su relación existente ante el objeto de su deseo.” [6]
El texto donde Lacan dice esto, lo llamó La dirección de la cura y los principios de su poder. Da cuenta de la incómoda posición del analista. Tiene que pagar, su libertad está enajenada, sufre desdoblamiento de su persona, se debe despojar de su ser, ubicarse por su carencia en ser.
El analista, al dirigir una cura, no está como sujeto. Sin embargo, sólo por haberse reconocido como sujeto, en el transcurso de su análisis personal, y por vérselas con su propio deseo es que en algún momento advino analista.
Este posicionamiento, este lugar del muerto que el analista encarna, lo lleva a soportar el vacío que el deseo del analista implica, y no es sin consecuencias para el sujeto en cuestión. ¿ Qué puede hacer con eso?.
Algunos pacientes dicen sin vueltas: “vengo a sacarme la mierda de encima... a vomitar mis dolores”. El analista queda como depositario de las excreciones de sus analizantes. A partir de mi experiencia, me animo a afirmar que no conviene quedarse con los restos, puede ser peligroso. Nuevamente la pregunta ¿ qué se puede hacer con eso?.
Curiosamente, cuando en un análisis se lee la letra, si bien puede resultar doloroso para el analizante, finalmente libera, alivia del dolor y del padecimiento.
Letra es el borde de lo real. Es lo más real a lo que podemos llegar en un análisis.
Pero, ¿Qué es la falta? ¿Qué se puede hacer ante la falta?. Lo más frecuente, es angustiarse. No es raro renegar de ella. Alguno puede llegar a demandar un análisis, otros más extremistas quizás lleguen a intentar un suicidio, pero también, existe la posibilidad, luego de un recorrido de análisis de que promueva el deseo.

El fantasma

El goce fálico es el goce de la palabra, se adquiere con el habla. Es el goce del bla bla. La angustia se descomprime hablando, es como una máquina de extraer goce, pero con eso no alcanza.
La marca que viene del Otro, del lenguaje, que golpea al infans, le deja una marca que es mortificante. La muerte entra en el cuerpo por el significante. El sujeto porta un mensaje que no puede leer, no está a disposición de él. La muerte que ingresa por el significante, es la muerte que mortifica la carne. Es por este proceso que se desea.
La repetición significante, va a marcar en el cuerpo un lugar de pérdida: un agujero, la castración. ¿ qué es el lugar de pérdida?¿ cómo lo abordamos?. Y otra vez ¿ qué hacemos con él?
Es necesario hacer una mínima diferencia entre el agujero y la falta. El agujero es de estructura. El conjunto de elementos simbólicos, de significantes, presentan un agujero. La falta, ya afecta a un sujeto, cómo está implicado con el agujero, y es lo que posibilita el pasaje al deseo. El sujeto sólo es deseante cuando está barrado, atravesado por la falta.
Ese lugar de pérdida es donde la muerte, a través del significante, estuvo haciendo un agujero. Hay algo que está perdido.

“La metáfora paterna hace entrar en el significante la falla de la respuesta del Otro, a la que da un significado. Aporta significantes y aparta al infans de lo real en forma bastante estable. Pero lo complejo del nombre y de la función de nominación es que el nombre nombra, lleva un real al campo de la palabra, pero a su vez ese campo aparecerá siempre herido, marcado de insuficiencia. Esto es así, porque por estructura lo real no puede ser apresado por lo simbólico; y sin embargo el nombrar capta algo de ese real, pero lo hace deficientemente, no sin que algo no entre a ese simbólico”. [7]
Pero si alguien se topó con un agujero, es que el fantasma tambaleó, titubeó. No alcanzó como velo. Una de las formas de pensar el fantasma, es como una pantalla, y la pantalla tiene que ver con el padre. Recordemos que no hay nada más auténtico que el amor al padre, pero no se puede amar al padre sin recibir lo peor de él.
“ El plano del fantasma funciona en relación con lo real. Lo real es soporte del fantasma, el fantasma protege a lo real”. [8] ¿Será por eso que Lacan dice que los dioses pertenecen al campo de lo real.?
Cuando el neurótico se hace ser en su fantasma, se protege de la angustia, queda momentáneamente coagulado en certezas, y en definitiva sigue gozando y está cómodo.
“El fantasma no deviene letra sino media una lectura, pero eso implica que no hay letra sin el atravesamiento de un trabajo de duelo, que es la contracara de la construcción del fantasma.” [9] Esa lectura no se hace de una vez para siempre, es una tarea a realizarse luego de la construcción del fantasma. Se me ocurre que hacer tal lectura, implica un comienzo en el atravesamiento del fantasma.
¿Qué relación hay entre el fantasma, el padre, el deseo y la alienación.? ¿Cómo entra en juego la escritura en la vacilación fantasmática, el atravesamiento del fantasma y el fin de análisis? .¿ Fin de análisis coincide necesariamente con el pase?. Estas preguntas exceden los alcances de este trabajo, pero al enunciarlas, me compromete a seguir trabajándolas en otro momento.
“El fin del análisis recae sobre la causa del deseo, sobre el fantasma y no tiene en sí nada de terapéutico. Por lo tanto, el fin lógico no significa la curación... Aquel que “termina” por completo puede volver a presentar cada tanto diferentes síntomas”. [10]
Bienaventurados los que están en el fondo del pozo, pues de allí en adelante sólo cabe ir mejorando, canta Serrat. Algo de esto debe suceder en un análisis, tocar fondo, sentir que no se puede más, quedar exhausto de tanta angustia. Hay que pasar por ahí, pero no quedarse ahí.

El deseo, ¿cielo o infierno?

Me atraen los conceptos de cielo y de infierno para intentar articular mínimamente el goce y el deseo, el fantasma y su atravesamiento, el ser y el des-ser, el lugar del padre y el lugar del hijo.
El des-ser, ¿sólo aparece al final del análisis?¿implica un atravesamiento del fantasma?¿el fantasma sólo se atraviesa al final de un análisis?¿ horadar el fantasma, es una forma de atravesarlo?, ¿es una vacilación fantasmática?¿cuál es la diferencia?. El des-ser, ¿deja de ser qué?. Estas, son otras preguntas que me hago en este momento, pero también exceden las pretensiones de este escrito.
El deseo del hombre es el infierno, quien no desee esto, resiste. Es una de las lecturas que Lacan hace del epígrafe que Freud eligió para “La Interpretación de los sueños”: Fléctere si nequeo superos, acheronta movebo. Si no puedo mover a los dioses de los cielos, conmoveré a los del infierno. El deseo, el horizonte en una cura psicoanalítica, es llamado por Lacan, como infierno. ¿por qué será?¿ qué tendrá de infernal el deseo?. Infierno y cielo, son inseparables, no podría existir uno sin otro. Es como todos los opuestos. No se puede hablar de vida sin hablar de muerte. Cito a un analizante, devenido poeta, a partir de su trabajo de análisis:

“ ...Cómo valorar la vida
si no la contrasto con el fin
contraste fundamental
que da sentido a la existencia.
Pensando en mi muerte,
sufrí en mi vida,
callando mi dolor
se me escapó un grito,
escuchado en mi angustia.
Luchando por no morir
sacrifiqué mi vida,
y de esa inmolación,
el Otro ni se enteró.”

En el discurso cotidiano, gozar es bueno, desear es malo. Cuando nuestro equipo de fútbol le gana al rival de siempre, solemos decir: como gocé. Un verdadero placer. En ese plano, goce es lo mismo que placer.
Semanas pasadas me tocó vivir una escena cotidiana, donde un bebé de menos de 5 meses, quien aún no había probado alimentos sólidos, seguía con su mirada atentamente, los bocados que su padre se llevaba a la boca. Alguien que observaba le reprochó al padre:” Pobre bebé, ¡ lo hacés desear!.” ¡Un padre malvado que hace desear a su hijo!.
Asumir el deseo es una tarea ética, que no es sin consecuencias. El acceso al deseo se paga con algo. Con la castración, dirá Freud. La ética enfrenta al sujeto con su deseo, cómo en el acto, el sujeto asume el deseo. No hay Otro que garantice su operatoria. Transita el desamparo absoluto. [11]
¿Qué misteriosa fuerza lleva a un sujeto en análisis a renunciar a la comodidad, la seguridad y garantías presuntas, pero también monotonía del paraíso prometido, para vivir en el infierno de la pasión y la in-ser-ti-dumbre?. Qué desea, lo mueve.
Volvamos a la paradoja del cielo y del infierno, que bien se podría entrecruzar con el Bien y el Mal, el goce, el deseo y la herejía. Pero tal articulación merecería
un trabajo aparte.
El deseo del hombre es el infierno. Desde el sentido común nadie elegiría al infierno. Sin embargo, quien avanza en su análisis, se va acercando a ese “infierno”. La herejía no lo es para el sujeto mismo. En el momento del acto, en ese instante, el sujeto da cuenta de una posición ética. Atraviesa la barrera del Otro. Si bien para el sujeto, un acto no es nada escandaloso, puede serlo para el Otro. Lo que para uno es ético, para el Otro puede ser escandalosamente herético. En ese instante, caen los ideales, queda el sujeto solo con su hiancia y marca para él un antes y un después. Tras el acto, el sujeto ya no es el mismo. Hereje es aquel que corre el riesgo de salir bajo las sombras del padre, es el que va más allá de su padre. [12]
No hay Otro ni lo habrá. Al final del camino nos espera la muerte, tendremos que vernos con la nada, el vacío, el infinito. Es desagradable la idea, pero es real.
En ese aspecto no hay decisión posible. Lo que si puede decidir un sujeto, es de qué modo se posiciona ante eso.
Si el sujeto no queda tomado por la inacción, el miedo, la angustia y la búsqueda de garantías, si soporta el desamparo, puede apostar a la vida. Por que el deseo es llevado por la muerte, por que al final la muerte gana, vale la pena ( no es sin dolor) apostar al deseo. Y allí el sujeto podrá decir: quiero más, por que sé que algún día, muy lejano o muy cercano, ya no podré más.
¿Qué beneficio encontraría quién apueste al deseo?. ¿Podrá alcanzar la felicidad?. ¿Sería alguien más capaz que los otros, para afrontar la vida?....
El psicoanálisis no tiende a completar en el punto de falta, si no a encontrar algo del deseo, a pesar de la frustración, a condición de atravesar la angustia.
El psicoanálisis no es para conocerse mejor, pero tal vez permita ir más allá del destino. Lo que quizás el sujeto no sepa, es que lo que cura del destino, es el deseo. Un deseo singular de cada sujeto. Una forma de crecer, es asumir el deseo, no uniformizante, singular, efecto de un propio recorrido, con sus propias marcas.
Quien sufre por su destino es responsable de su padecer, en tanto él ha consentido un lugar respecto del deseo del Otro, con el goce concomitante.
Tampoco sirve para ser feliz. “Producir lo incurable de la falta en el Otro, advertir lo incurable del sexo, hacer pasar el goce al decir para aprender a obrar con él es la tarea del análisis, que equivale a separar a ese sujeto de ese goce, sin quedar en paz por ello con lo real.”[13]
En el atravesamiento del fantasma, en el fin de análisis, hay un sujeto que vivió la pasión en su punto real. Recordemos que la pasión es “ aquello por lo cual el hombre está abierto a esta división consigo mismo.”[14]
Quizá el “beneficio” de alguien analizado, sería un saber acerca de la falta de garantías, que sabe que no alcanzó ni jamás alcanzará la perfección.
Es alguien advertido y de alguna manera “es más fuerte por que convirtió su debilidad en arma”[15]
Por que tanto el analista como el analizante avanzado, no están en paz con lo real, escriben.

La escritura de un analista

Todos conocemos el famoso trípode de la formación del analista propuesto por Freud: el análisis personal, la supervisión o análisis de control, y la formación teórica. Si alguien cumple con esos requisitos, ¿es un psicoanalista?.
Sabemos que para un analista, no será lo mismo analizarse o supervisar con un psicoanalista lacaniano, que con un kleiniano. Es posible que en función de lo anterior, determinará el camino que se recorra en la formación teórica.
Para aquellos que practicamos el psicoanálisis y que somos psicólogos, ¿quiénes son nuestros colegas? ¿los psicólogos o los analistas?. Todo aquel que se dice analista ¿ es analista?. Por otra parte ¿ se puede ser psicoanalista?.
Hablaba de la formación teórica, y esta remite a la lectura y el estudio de la literatura psicoanalítica, que es sumamente amplia. Entiendo que no sería desatinado agregar una cuarta pata en la formación de un analista: La escritura.
Hay preguntas que me formulo desde hace tiempo. ¿qué es escribir?¿ para qué se escribe? ¿para quién se escribe?¿qué es una escritura? ¿de qué modo se diferencia de un escrito? ¿ para qué sirve la escritura?.
No tengo respuestas. De todos modos, tengo algunas opiniones al respecto, las que intentaré exponer en el presente trabajo.
En una publicación dije[16] que quien traza unas palabrejas en una hoja en blanco, en el acto mismo, lo hace por él. No obstante no es lo mismo escribir para sí y guardarlo en un cajón que publicar eso que escribimos. Publicar es terminar, cerrar, concluir, pero también entregarlo al público. Esto implica exponerse, quedar expuestos.
Vale aclarar que cerrar y concluir no significa completud. Más bien implica algo de la incompletud. Por que hacer una presentación en unas Jornadas de psicoanálisis, una conferencia, un texto bajo el formato de revista, de libro, aun sabiendo de las limitaciones que posee esa producción, eso es una forma de soportar la falta, implica tolerar la hiancia como sujeto y los baches en la formación de ese analista.
Cuando alguien dedicado al psicoanálisis llega a producir un trabajo, lo hace movido por su deseo, dando cuenta de su recorrido hasta ese instante, expone su producción y él mismo queda expuesto. En lo que queda expuesto es en lo que puede generar diciendo lo que dice. Podría tratarse de un texto anodino que no genere más que indiferencia, quizá diga algo tan novedoso que provoque el disenso, pero también el elogio, la crítica constructiva, la admiración, el desmerecimiento despectivo, la consecución de prestigio o la pérdida de él.
Para los psicoanalistas, llega un momento en que es inevitable escribir.
Un analista que se posicione éticamente en su praxis, ¿puede dejar de dar cuenta de la misma? Podría ser por medio de un relato de un caso clínico. Tal vez hablando de su posición en la dirección de la cura o como entiende la transferencia, también podría hacerlo por medio de la teorización de la clínica o manifestando su idea de fin de análisis. En síntesis, creo necesario y fundamental, que quien se diga analista, se cuestione su quéhacer, la teoría, las vicisitudes de la clínica, y por qué no su propio análisis. Quizá eso era lo que Lacan quería decir con reinventar la clínica. Es cierto que el analista se autoriza a sí mismo y ante los demás. Pero eso no debe implicar un vale todo.
...”No estaría mal, quizá, que el analista dé cierto testimonio de que sabe qué es lo que hace...” .([17]) casi se tornaría en algo imperioso, si recordamos otra cita de Lacan: “¿Qué orden de verdad genera nuestra praxis?...(...)...¿Qué seguridad tenemos de que no estamos en la impostura?.” [18]
Es casi imposible recorrer el camino de la formación teórica sin recurrir a maestros. Se puede tener maestros, y hasta es necesario, se les puede suponer un saber, pero quien les hace reverencias los pone en lugar del Ideal, quedando el sujeto taponado, exaltando cada vez más al Otro, no barrándolo. Ubicar a los maestros en un el altar del saber, implica elevarlos a la posición de amo sabelotodo, omnipotente, es otra forma de preservar al padre. La producción se posterga, abundan las inhibiciones. O lo que se produce va dedicado a su amo. A mi criterio, esa es una dimensión del análisis interminable. En ese sentido, si el análisis se vuelve interminable, el psicoanálisis se convertiría casi en una religión. Si no hay lectura del sujeto, no habrá letra, sólo quedarían a su disposición, las marcas del Otro. Un sujeto así posicionado, sólo tendrá acceso a un saber dogmático.

Freud y Lacan son personajes paradigmáticos para los que nos dedicamos al psicoanálisis. Aunque paradigmático suene similcadente a dogmático, existen sustanciales diferencias entre uno y otro significantes. Pero algunos analistas parecen no notar la diferencia. Tal vez todo radique en que los dogmas tranquilizan. A mi gusto, demasiado.

¿Política del psicoanálisis o política en psicoanálisis?

Hay corrientes dentro del psicoanálisis que proclaman que quién quiera postularse como psicoanalista, debe cumplir con ciertos requisitos pautados por la propia institución. Un tiempo estipulado de antemano con un analista de mayor trayectoria, experiencia y prestigio, dedicar el tiempo exigido para la supervisión, con un supervisor designado por la institución, más el cupo Cierta cantidad de horas de estudio, como no podía ser menos, en la propia institución.
De este modo, se cumple el mandato freudiano del trípode en la formación del analista y se lo hace con la intención de seguir la letra del “viejo” Freud. Me parece escuchar ecolálicamente como en las iglesias católicas.
_ Es palabra de Freud.
- ¡ Te alabamos Señor!
Esta modalidad , se fundamenta en el tiempo cronológico...
Lacan habló de tiempos lógicos, y de alguna manera criticaba a los analistas que se basaban en el estilo tiempo cronológico.
En su tiempo fueron llamados post-freudianos. Sin embargo, el mismo Lacan, como todos los contemporáneos nuestros, también lo somos.
A mi criterio no sirve de mucho la distinción de post- freudianos, pero habría que diferenciar a los pre-lacanianos y post-lacanianos.
¿qué es un analista freudiano? ¿ y un lacaniano?. ¿se puede ser lacaniano sin ser freudiano?. Necesariamente hay que ser ano?
Dentro de los psicoanalistas lacanianos, están los que se presentan como los más lacanianos de todos. Los verdaderos lacanianos.
A estos no se les puede reprochar que privilegien el tiempo cronológico, todo lo contrario. Sin embargo, las sesiones, duran indefectiblemente y casi sin excepción, un puñado de minutos. Tiempo lógico, tiempo cronológico, apertura del inconsciente, ¿ y el tiempo subjetivo ¿y el caso por caso?¿ en qué perchero es colgada la singularidad?
La corriente de los embanderados como freudianos, dicen seguir al pie de la letra la palabra del Maestro, nuestro Padre psicoanalítico, son la ramificación de la institución creada por el gran Segismundo.
Los lacanianos a ultranza, pretenden imitar al pie de la letra el acto analítico postulado por Lacan, como si un acto pudiera imitarse. ¿Acaso no están haciendo dogmatismo?.
Sabemos que no es nada sencillo apartarse de los mandatos paternos. Parecen rebelarse al mandato del Padre ( Freud, padre del psicoanálisis), pretendiendo ir más allá de él, pero al mismo tiempo erigen otro que ocupa el lugar vacante, Lacan. Incómoda paradoja para quién quiera posicionarse como analista.
Habría que hacer una disquisición entre qué es dogmatismo, endiosar a una figura, idealizándola a tal punto que obture al sujeto deseante, y cuando hablamos de compartir postulados, teorías. Todo podría ser cuestionado, pero no todo lo es. Cada cuál sabrá qué es lo quiere cuestionar. Por que siguiendo algunas de las corrientes del psicoanálisis, estas son las que deciden qué es lo cuestionable y qué es lo transmisible.

Hay algunas preguntas que me hago desde hace tiempo pero no he encontrado eco entre los colegas al tratar de ponerlas a trabajar.
¿ Se puede hacer psicoanálisis si se cree en Dios? ¿Se puede decir psicoanalista alguien que venere al padre?. Cuando alguien se hace una pregunta, cuando puede enunciarla, es que ya tiene la respuesta, quizás aun no le resulte accesible. Tal vez sea el caso de la última pregunta.
Venérea al padre, que el padre se pudra.
Respecto a la primera pregunta, hay que responder que sí, que se puede. Muchos dicen hacerlo. No aceptarlo, sería quedar del lado de la renegación. Sería intentar negar lo evidente. Ahora bien, ¿cuáles serían las consecuencias en la dirección de las curas de esos supuestos analistas?
Cierta vez, una persona que dice hacer psicoanálisis, católica ella, seguidora de la liturgia cristiana con toda la parafernalia de estampitas y otros rituales, en un pedido de supervisión de una paciente histérica que ella atendía, con recursos para trabajar, me decía : “ Pero me asusta que vaya por esa vía, por que implicaría que cuestione al padre...cuando pasa eso, las consecuencias pueden ser terribles. “

Otra frase muy escuchada y que aun no sé qué quiere decir es: “ por que yo terminé varios análisis. “. Muchas veces parece que se equiparara a decir atravesé varios finales de análisis.

“cuando un analista no cae, indudablemente es el Padre el que no cae”( csf p80 j. Zuberman)

Tiene que llegar el momento en que un analista, como parte de su formación, pero esencialmente, a partir de su análisis personal, sea un irreverente. Que no haga reverencias.


Podría creerse que los analistas que escriben, lo hacen por el mero placer de hacerlo, por que los habita un deseo, subjetivo de escribir. Opino que además de eso, y debido a la incómoda posición que un analista debe soportar en su función, se ve impelido a escribir. No puede dejar de hacerlo.
El placer, dice Lacan, es conseguir un sufrimiento menor.

“Sólo quien ha escuchado los silencios de una noche estrellada, podrá buscar a los ladrones de la oscuridad”, fue una bellísima frase que escuché en una de las primeras Jornadas de Psicoanálisis a las que concurrí, ya no recuerdo quién la mencionó, si era de su autoría o si citaba a otro autor. Durante años, no la entendí, aunque de todos modos me emocionaba.
A mi entender, la escritura surge del mismo lugar del cuál irrumpe la angustia,donde el silencio se escucha, donde las palabras no alcanzan, allí donde el infinito se da la mano con la nada, en el preciso lugar donde se cae la máscara del ser. Acaso de allí brote una verdad, que no está dicha, que no está escrita. Ahí está lo real. De sus bordes habrá letra, a ser producida, a ser leída. Para apropiársela, habrá escritura.
Quizás todo analizante que lleve hasta últimas consecuencias su análisis, llegará hasta un punto en donde se tope con oscuras tinieblas, donde los telones comiencen haciéndose jirones hasta terminar por caer, y dejen el escenario desnudo, vacío. Que se entere que él ha sido, alternativamente, los actores, el autor, el guionista, el público, el productor y el director de sus escenas, novelas y películas, dichosas o desdichadas. Donde los fantasmas espesos y evanescentes empiecen a disiparse. Donde se vea cara a cara con el dolor de lo indecible y la impotencia ante la muerte. Pero donde las condenas del destino comiencen a perimirse, sean historia. Un pasaje del destino a la historia, es lo que permite la prescripción del destino.
Así, quizá el infierno ya no asuste tanto, incluso hasta sea preferido. Deseo y fantasma, verdad y saber, pasión e ignorancia, amor y odio, la voz y la mirada, y algo, que ya no es nada, se empiece a dibujar en letras que, en el mejor de los casos harán escritura.
La escritura pacifica y vivifica, aunque a veces escandalice y herejice, la escritura libera a los demonios más íntimos de cada quién, los deja salir, y esos demonios hablan. Y una vez que los demonios hablan ¿el sujeto se des-ata de (esos) monios?. Lo que creo es que la escritura es imposible sin esos de-monios. Y el hecho de liberarse de moños que atan y ornamentan, es una de las formas posibles de un acto.
“El acto hace ruptura en lo imaginario; su perspectiva es terminar con una alienación que es propia del logro del fantasma. El fantasma realiza el sueño, permite seguir durmiendo. El acto despierta, libera el lugar del sujeto con relación a un deseo vacío y hace aparecer su nombre” [19]
El autor es el efecto de su propio acto, él mismo se engendra “prescinde del nombre del padre aunque se sirve de él” [20].
“Cuanto más vayan a revelarse estos atolladeros (propios del acto), más advierte el sujeto que el análisis lo conduce a un punto contrario a aquello por lo cual llegó a él: el paciente comenzó el análisis para gozar plenamente, y en el momento en que la conclusión se acerca presiente la castración. Nada lo obliga a llegar hasta allí...aquel que hace, se hace: pintar engendra al pintor, escribir produce al escritor...” [21] “La obra fija el nombre, pacifica, da su valor a la deuda, se lleva consigo lo que el goce tiene de monstruoso.”[22]
Los últimos pasos que da un analizante dentro de su análisis, no implican ningún progreso, sino la posibilidad de Otro goce.
Lacan decía que él hacía el pase en su seminario. Escribir, ¿no podría ser otra forma posible de hacer el pase?. El pasaje de analizante a analista, lo que daría
cuenta de un fin de análisis, ya no ante un jurado de notables, sin la mediación de los pasantes, sino a partir del propio decir de ese analista, a través de sus creaciones, producciones o invenciones. Si esto fuese así, es inevitable escribir.
En realidad, si no es así, si la escritura no es aceptada como una vía válida para dar cuenta de un fin de análisis, de todos modos es inevitable escribir: por que la escritura no se busca, se encuentra.

Una tramitación que no es un trámite.

No saber qué escribir. Tampoco cómo hacerlo. La necesidad de escribir, pero elmiedo acechando. La pasión también. Un miedo apasionante, tal vez.
La descripción minuciosa, a mi gusto, no es escritura. Tampoco lo sería una escritura autobiográfica. Aunque es imposible la escritura sin la historia del autor.
Una historia que relate, que cuente, pero esencialmente, que diga.
“Cada cual reevalúa y rescribe su historia hasta el final de su vida, y hasta el fin de su vida proseguirá un diálogo ininterrumpido, tanto con los antepasados como con la descendencia” [23]

“Todo escribe a nuestro alrededor, eso es lo que hay que percibir, todo escribe.”
“....Desde el momento en que algo podría ser una escritura, ya lo es.”
“....Lo desconocido que uno lleva en sí mismo: escribir, eso es lo que se consigue.
Eso o nada.
Escribir.
No puedo.
No se puede.
Hay que decirlo: nadie puede.
Y se escribe.”
(M.Duras, Escribir)[24]

Escribir no es sin la desesperación. Es por el desamparo que se escribe. Es con el desamparo.
Es por el miedo y es con el miedo.
Es por la soledad y es con la soledad.
Muchas veces se escribe desde el fantasma. Pero es de suponer que un analista escriba a partir de una vacilación del fantasma. Que tal vacilación no inhiba su escritura. De este modo, tal vez surja una escritura más valiosa, más auténtica, que le permita liberarse de sujeciones y ataduras.
Escribir, es despertar del sueño.
Cuando intentamos escribir nos enfrentamos con la página en blanco, convocamos a la inspiración, y esperamos. A veces nos toma, otras, sólo esperamos.
Escribir es decir. Es dejarse tomar por la palabra para apropiarse del propio decir. A la escritura, sólo hay que darle una mano.
Escribir es dejar marcas, a condición de leer las marcas.
Es arriesgarse, pues implica un movimiento, un avance, aunque no sin peligros.
Escribir es jugar un juego paradójico en el cual el autor cree poner reglas, pero está limitado y atravesado por ellas, pero al mismo tiempo se desatan ataduras.
Es inventar, es crear y dejar de creer. Es parir.
Escribir es pagar. Implica una pérdida, un desprendimiento, pero no a pura pérdida.
Escribir es dejar de vacilar, y hacer vacilar. Implica un vaciamiento que roza a un agujero pero que reconforta. Es curioso, hacerlo es incómodo, pero no se puede dejar de hacerlo. La escritura no se busca, se encuentra.
Escribir es caer por abismos efímeros, fugaces, o no tanto. Es también, convocar a los demonios, interrogarlos y hacerlos hablar.
Es una purga. Escribir, es el purgatorio de los neuróticos. Un purgatorio que no es la antesala del cielo, la vida eterna ni el idílico edén, es más bien el registro del paso por el infierno y el testimonio de su momentánea salida, en el acto mismo de la escritura.
Escribir es un misterio. Es enigma. Decididamente, es un engaño.
Es saber...que no hay garantías. Es tramitar el dolor, la angustia, la desesperación, los fantasmas, el miedo, la soledad, el desamparo; es tramitar los restos, la escoria, las marcas, la letra, pero no es un trámite.
En ocasiones, surge un estilo. El estilo de un sujeto, o sea la marca de lo real en su discurso. Qué es lo que hace frente a la falta en el Otro.
Un analizante, enuncia, casi como un postulado lógico:

“Yo era.
Yo tenía.
Yo poseía.
Yo, poesía.
Cuando perdí
lo que poseía
me hice
poesía.”

Escribir es soltar al fantasma al que se abrazaba, para dejar abrasar al fantasma. Es ir más allá del vel. Es una decisión.
Por algo será que escribir rima con vivir.

“La escritura llega como el viento, está desnuda, es la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso, la vida.”(M. Duras)[25]

Pero esencial y fundamentalmente, escribir no es posible sin la lectura.
Lectura de los rasgos más profundos y superficiales, más íntimos y propios, esos rasgos que rasguñan y desgarran, que agarran. Rasgos que piden a gritos ser leídos, suplicando ser escritos.
Escribir¿ no puede ser también un nombre del deseo?.











1-Kundera, Milan. La inmortalidad . Tusquets editores. España. 1993. pág
2- Lacan, Jacques. “La dirección de la cura y los principios de su poder.” Escritos 2. Siglo Veintiuno ed. México. 1984, pág. 567-575
[2] -.ídem 2 pag.596
[3] - Ídem 2 pag. 567
[4] -Ídem 2, pág. 568
[5] -Ídem 2, pág. 621
[6] -
[7] - Couso, Osvaldo. “Sonido y sentido II: La música de la metáfora”, en Formulaciones de lo ignorado. Ed. Lazos, Buenos Aires, 2001, pág. 131
[8] - - Lacan, Jacques. El seminario 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Ed. ; Buenos Aires, 19--; pág
[9] -Staude Sergio “El deseo y el lazo social. Los tiempos del fantasma” en Hay relación social, Ed. , Buenos Aires, Año 1998, Pág. 63
[10] - Pommier, Gerard. El desenlace de un análisis. Ed. Nueva Visión. Buenos Aires. 1996. pág. 71

[11] -González, Oscar, Del amor al padre a la lectura , conferencia inédita, dictada en Cuestiones Clínicas, - - 1999
[12] - González, Oscar. Del amor al padre a la lectura, inédito
[13] -Strauss, Marc......en La envoltura formal del síntoma,
[14] -Ídem 1
[15] -Idem 14, Página
[16]- Tribastone Roberto, Nº 3 de la Revista hèRèSIe, en el Editorial, pág.3
[17]-Lacan, Jacques
[18] -
[19] -Ídem 10
[20] -Ídem 10
[21]- Ídem 10, pág.
[22]-Ídem 10, pág.
[23]- Ídem 10, pág 136
[24]- Duras, Margarite. Escribir. Editorial Tusquets, Barcelona, 19--
( La decadencia es un lujo que consiste en poder atravesar infiernos sin sentir peligros de condena( Rosario Blefari, Pagina 30- teoría del ocaso)



[25]- Ídem 27, pág.56

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